miércoles, 23 de mayo de 2018

CUENTOS

El espejo del cofre

En uno de sus múltiples viajes, un mercader compró a un buhonero un pequeño espejo, un objeto que sus ojos jamás habían contemplado y le pareció algo sumamente extraordinario. A pesar de no conocer cómo debía utilizarse, se lo llevó muy contento para mostrárselo a su mujer.

Durante las largas jornadas del viaje de regreso a su hogar, descubrió en ese extraño objeto, la familiar figura de su difunto padre. Asustado por esta extraña presencia, decidió no contarle nada a su esposa y guardar el preciado retrato de su padre en uno de los baúles del desván.
El espejo del cofre

En uno de sus múltiples viajes, un mercader compró a un buhonero un pequeño espejo, un objeto que sus ojos jamás habían contemplado y le pareció algo sumamente extraordinario. A pesar de no conocer cómo debía utilizarse, se lo llevó muy contento para mostrárselo a su mujer.

Durante las largas jornadas del viaje de regreso a su hogar, descubrió en ese extraño objeto, la familiar figura de su difunto padre. Asustado por esta extraña presencia, decidió no contarle nada a su esposa y guardar el preciado retrato de su padre en uno de los baúles del desván.

Todos los días, desde que regresó de su viaje, subía al desván para contemplar a su padre. Cuando bajaba, siempre se mostraba entristecido y esquivo ante las preguntas de su mujer.

Harta de esta situación, subió al desván para descubrir el motivo de la tristeza de su marido. Tras rebuscar en las pertenencias de su esposo, encontró el retrato de una hermosa mujer. Muy enfadada ante el engaño del mercader, le echó en cara que la estaba engañando con otra mujer. Una acusación a la que su marido respondía con que la persona del baúl era su padre.

Tales eran los gritos que daban, que un monje se acercó hasta su hogar para medrar en la disputa. El matrimonio le contó el motivo de su discusión y cuando el monje subió al desván, lo único que encontró fue la efigie de un anciano monje zen.




Los Zapatos de la esquina

Bob era un muchacho demasiado rebelde y agitador, todos los profesores se quejaban de el, de sus palabras y conducta. Todos los días tenia que cumplir horas en detención por las cosas malas que hacía y lo peor de todo: Bob era un bully, un chico al que le encantaba burlarse de otros, hacer bromas de mal gusto e inclusive algunas veces golpear a otros compañeros que eran indefensos.

Sus padres atribuían su mala conducta al colegio, los maestros se la atribuían a sus padres, a Bob le daba lo mismo, disfrutaba burlarse de los demás en todo momento, tiraba las charolas de las manos de los alumnos, les ponía la zancadilla cada que podía, se burlaba de su forma de vestir e incluso de enfermedades que pudieran tener. Era una persona de muy mal corazón.

Caminando hacia su casa, después de salir de una detención un par de zapatos en una esquina llamaron su atención, no eran los más espectaculares que había visto en su vida, pero ¿qué importaba? Estaban abandonados en la calle, parecían nuevos y según su pensamiento, quien encuentra algo se lo queda. Al llegar a su casa decidió ponérselos para ir al cole en la mañana, no veía la hora de poder lanzar una patada o ponerle la zancadilla a alguien con sus nuevos zapatos.

El sol anunció la llegada de la mañana, Bob, muy entusiasmado se calzo los zapatos, le sorprendió mucho que fueran de su talla, eran perfectos. Bajo a desayunar sintiendo mucha emoción y se dirigió al cole. En el camino pudo sentir sus piernas temblando de la emoción, lo que le satisfacía en gran medida.

A más de medio camino el temblor en sus piernas comenzaba a ser más notorio e incontrolable, como acto de magia sus pies se movieron de una forma divertida y apresurada. Cuando llegó a su salón de clases los alumnos no pudieron resistir una carcajada pues bailaba incontrolablemente y resultaba un espectáculo realmente gracioso.

Con cada hora que pasaba sus pies se movían más y más pasando de bailar polka a Flamenco en minutos, en cada salón que visitaba sus compañeros estallaban en carcajadas por sus graciosos movimientos.

La noche llegó, Bob se sentía muy mal,  por fin había vivido en carne propia lo que significaba ser el sujeto de burla y no le gustó, al llegar a su habitación comenzó a llorar arrepintiéndose de todas las cosas malas que había hecho en contra de sus compañeros, para su sorpresa los zapatos fueron desapareciendo poco a poco y sus piernas comenzaron a responderle.

Muy feliz con esto y aprendiendo su lección, decidió pedir disculpas a todos sus compañeros y profesores. Nunca se preguntó el origen de los zapatos, para el no más relevante que el hecho de haber cambiado como persona, ahora era un joven completamente diferente, se preocupaba por los demás y ayudaba de corazón a otras personas.

Todo gracias a los zapatos de la esquina… ¿Quién sabe? Si hay un bully molestando quizás los zapatos aparezcan cuando menos se lo espere.






El pirata Malapata



El pirata Malapata, era uno de los bucaneros con más mala suerte que surcaba los mares. Todo lo que intentaba hacer, terminaba saliéndole al revés.

Una vez, tuvo la genial idea de secuestrar a una princesa y pedir un gran rescate por ella, pero al hacerse de nuevo a la mar, uno de los cañones del castillo, hizo blanco en su barco, permitiendo que la princesa quedara libre de nuevo.

En otra de sus aventuras, encontró un enorme tesoro, que amenazaba con hundir su nueva nave. Para evitar quedarse sin barco, decidió esconder su botín en una isla cercana. Ocultado el tesoro de ojos indiscretos, se alejaron de la isla y cual no fue su sorpresa, cuando al mirar por última vez el lugar, vieron como un gran volcán entraba en erupción y hacía desaparecer su preciado botín.

Superado este trance, volvió a hacerse a la mar, en un día muy tormentoso. Mientras paseaba por la cubierta oteando el horizonte, una ola gigante lo arrastró fuera del barco. Aferrado al ancla, vio como un tiburón se acercaba peligrosamente hasta su posición, con muy malas intenciones. Aterrado ante la idea de acabar siendo su merienda, saltó con todas sus fuerzas al barco y arrancó la bandera del mástil.
  

Cansado de tantas malas pasadas, se retiró de la vida pirata y creó en el puerto, un pequeño negocio, con el que todo le fue de maravilla.
Todos los días, desde que regresó de su viaje, subía al desván para contemplar a su padre. Cuando bajaba, siempre se mostraba entristecido y esquivo ante las preguntas de su mujer.

Harta de esta situación, subió al desván para descubrir el motivo de la tristeza de su marido. Tras rebuscar en las pertenencias de su esposo, encontró el retrato de una hermosa mujer. Muy enfadada ante el engaño del mercader, le echó en cara que la estaba engañando con otra mujer. Una acusación a la que su marido respondía con que la persona del baúl era su padre.

Tales eran los gritos que daban, que un monje se acercó hasta su hogar para medrar en la disputa. El matrimonio le contó el motivo de su discusión y cuando el monje subió al desván, lo único que encontró fue la efigie de un anciano monje zen.



Los Zapatos de la esquina

Bob era un muchacho demasiado rebelde y agitador, todos los profesores se quejaban de el, de sus palabras y conducta. Todos los días tenia que cumplir horas en detención por las cosas malas que hacía y lo peor de todo: Bob era un bully, un chico al que le encantaba burlarse de otros, hacer bromas de mal gusto e inclusive algunas veces golpear a otros compañeros que eran indefensos.

Sus padres atribuían su mala conducta al colegio, los maestros se la atribuían a sus padres, a Bob le daba lo mismo, disfrutaba burlarse de los demás en todo momento, tiraba las charolas de las manos de los alumnos, les ponía la zancadilla cada que podía, se burlaba de su forma de vestir e incluso de enfermedades que pudieran tener. Era una persona de muy mal corazón.

Caminando hacia su casa, después de salir de una detención un par de zapatos en una esquina llamaron su atención, no eran los más espectaculares que había visto en su vida, pero ¿qué importaba? Estaban abandonados en la calle, parecían nuevos y según su pensamiento, quien encuentra algo se lo queda. Al llegar a su casa decidió ponérselos para ir al cole en la mañana, no veía la hora de poder lanzar una patada o ponerle la zancadilla a alguien con sus nuevos zapatos.

El sol anunció la llegada de la mañana, Bob, muy entusiasmado se calzo los zapatos, le sorprendió mucho que fueran de su talla, eran perfectos. Bajo a desayunar sintiendo mucha emoción y se dirigió al cole. En el camino pudo sentir sus piernas temblando de la emoción, lo que le satisfacía en gran medida.

A más de medio camino el temblor en sus piernas comenzaba a ser más notorio e incontrolable, como acto de magia sus pies se movieron de una forma divertida y apresurada. Cuando llegó a su salón de clases los alumnos no pudieron resistir una carcajada pues bailaba incontrolablemente y resultaba un espectáculo realmente gracioso.

Con cada hora que pasaba sus pies se movían más y más pasando de bailar polka a Flamenco en minutos, en cada salón que visitaba sus compañeros estallaban en carcajadas por sus graciosos movimientos. 

La noche llegó, Bob se sentía muy mal,  por fin había vivido en carne propia lo que significaba ser el sujeto de burla y no le gustó, al llegar a su habitación comenzó a llorar arrepintiéndose de todas las cosas malas que había hecho en contra de sus compañeros, para su sorpresa los zapatos fueron desapareciendo poco a poco y sus piernas comenzaron a responderle. 

Muy feliz con esto y aprendiendo su lección, decidió pedir disculpas a todos sus compañeros y profesores. Nunca se preguntó el origen de los zapatos, para el no más relevante que el hecho de haber cambiado como persona, ahora era un joven completamente diferente, se preocupaba por los demás y ayudaba de corazón a otras personas. 

Todo gracias a los zapatos de la esquina… ¿Quién sabe? Si hay un bully molestando quizás los zapatos aparezcan cuando menos se lo espere.


El pirata Malapata



El pirata Malapata, era uno de los bucaneros con más mala suerte que surcaba los mares. Todo lo que intentaba hacer, terminaba saliéndole al revés.

Una vez, tuvo la genial idea de secuestrar a una princesa y pedir un gran rescate por ella, pero al hacerse de nuevo a la mar, uno de los cañones del castillo, hizo blanco en su barco, permitiendo que la princesa quedara libre de nuevo.

En otra de sus aventuras, encontró un enorme tesoro, que amenazaba con hundir su nueva nave. Para evitar quedarse sin barco, decidió esconder su botín en una isla cercana. Ocultado el tesoro de ojos indiscretos, se alejaron de la isla y cual no fue su sorpresa, cuando al mirar por última vez el lugar, vieron como un gran volcán entraba en erupción y hacía desaparecer su preciado botín.

Superado este trance, volvió a hacerse a la mar, en un día muy tormentoso. Mientras paseaba por la cubierta oteando el horizonte, una ola gigante lo arrastró fuera del barco. Aferrado al ancla, vio como un tiburón se acercaba peligrosamente hasta su posición, con muy malas intenciones. Aterrado ante la idea de acabar siendo su merienda, saltó con todas sus fuerzas al barco y arrancó la bandera del mástil.
   
Cansado de tantas malas pasadas, se retiró de la vida pirata y creó en el puerto, un pequeño negocio, con el que todo le fue de maravilla.

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